miércoles, 27 de julio de 2016

ROMERÍA A CARTAGO, MANIFESTACIÓN DE FE O DIVERSIÓN

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 ROMERÍA A CARTAGO, MANIFESTACIÓN DE FE O DIVERSIÓN
 

ALBERTO ACUÑA ARAYA 

Es difícil encontrar en nuestro país, un costarricense que no haya hecho la romería a Cartago en algún momento de su vida. Y es que hoy en día, en que nuestra Iglesia Católica es cuestionada e incluso atacada por sus detractores, resuenan en mis oídos la frase del padre Santiago Núñez en la misa del 2 de Agosto a las 5:00 am. de ese año después de  haber contemplado ese discurrir constante de peregrinos dentro y fuera de la Basílica. Me comentaba el padre Núñez que es difícil creer que con manifestaciones de ese tipo se pueda pensar que el  pueblo costarricense abandone su fe Católica. Y agregaba el sacerdote que incluso en los años de asistencia a estos actos no había visto tal cantidad de personas como en esa ocasión.

Y es que para los que estuvimos ahí desde el  1 de agosto hasta el 2 del mismo mes, prestando un servicio de una u otra forma, nos damos cuenta que esto que ocurre, no es solamente una manifestación o acto religioso más y mucho menos un “comportamiento multitudinario común” como le llaman algunos científicos sociales. Eso es algo más y es que hay que ver cuáles son las manifestaciones de fe. El observar todo tipo de personas, ancianos, hombres, mujeres, niños y adultos en esa expresión que no puede darse de por sí, sino que encierra todo un significado que cada uno de ellos sabe y comprende.

No puede ser casualidad que una madre llegue a dar gracias a Dios a través de la “Negrita” de los Los Ángeles por haber restablecido físicamente la salud de su hijo. Y tampoco puede haber casualidad cuando alguien se ha encontrado en caminos erróneos de su vida y ha rectificado esos caminos.

En estas circunstancias, uno se pregunta, que determina la movilización de los “romeros” hoy  en día: como dicen algunos, serán los esfuerzos de aparatos eclesiásticos para perdurar esa  manifestación. Será la devoción y piedad religiosa hacia una deidad milagrosa y complaciente o la participación del “tico” en un fenómeno colectivo de tipo social por diversión, tradición o novedad.

Definitivamente, considero que la cuestión no es así. Y conste  que no es fanatismo. La fe del costarricense se encuentra muy arraigada a su espíritu, a su ser costarricense.

Y es que no se trata de hacer análisis sociales del comportamiento colectivo. De esa forma  nos quedaremos en el análisis y eso es peligroso. Para los que vivimos en Cartago, y como en mi caso personal, cuando se conversa sobre el porqué de la asistencia a esta actividad y no solo el 1 y 2 de Agosto, sino durante todo el año, nos damos cuenta que hay un algo más profundo en esa manifestación de fe. Es fácil darnos cuenta de que eso no puede quedarse nada más que un acto sociológico. Es un acto de fe. Y la fe mueve montañas.

O que les dirían esos analistas a aquellos que les contestan, que su hijo fue sanado sin explicación científica o que su hija no murió en un accidente inexplicablemente. Yo me pregunto ¿qué responderían esos “analistas”?  Pues para mi muy sencillo, eso fue obra de Dios y para ellos es incomprensible. Simple y sencillamente incomprensible. Y aquí quisiera recordar aquel pasaje de Tomás en el evangelio de San Juan.

Tomás, uno de los doce, llamado el Gemelo, no estaba con los demás cuando vino Jesús. Le dijeron después los otros discípulos: hemos visto al Señor. Pero él respondió: Si yo no veo en sus manos la hendidura de los clavos y no meto mi dedo en el agujero que en ellas hicieron y mi mano en la  llaga de su costado, no lo creeré. Ocho días después, estaban otra vez los discípulos en el mismo lugar y Tomás con ellos. Vino Jesús estando también cerradas las puertas y se les puso en medio y dijo: La paz sea con vosotros. Después dice a Tomás: Mete aquí tu dedo y observa mis manos y trae tu mano y métela en mi costado y no seas incrédulo, sino fiel.(S. Juan 20, 24-27). Y con eso quisiera terminar no sean incrédulos, sino crédulos. Y todo esto por fe, no por meras divagaciones intelectuales.
 
Este Artículo se escribió originalmente para el ECO CATOLICO el 15 de setiembre de 2002. sin embargo el tema sigue y seguirá vigente